Dignidad para actuar conforme a lo que una misma merece, a lo que una misma sabe que necesita en su vida, dejando a un lado las expectativas que nos creamos sobre nosotras mismas y los demás.
Dignidad para rendirte y dejar de luchar contra la vida y contra ti. Pararte las veces que sean necesarias y cuestionarlo todo, llorar, dejar que las lágrimas se sequen con el tiempo, porque lo hará, puede estar segura, y volver a intentarlo.
Dignidad es sentirse orgullosa, orgullosa con coherencia, de cómo eres, de cómo actúas y de cómo piensas.
Dignidad para darle a tu organismo lo que necesita, sin estar en una lucha continua de ansiedad – lucha – huida.
Dignidad para mantenerse en pie, aún teniendo todas las opciones en contra, e ir a por lo que quieres.
Dignidad para ser siempre tu primera opción, porque si ni siquiera has aprendido que tú eres lo primero para ti, no avanzaras jamás como persona, ni podrás hacer de espejo para que los demás aprendan a hacerlo consigo mismo.
Dignidad para pedir perdón cuando has actuado incoherentemente contigo misma, y con los demás. No puedes esperar el perdón de nadie si tan siquiera has sido capaz de perdonarte tú.
La dignidad se trata de fracasar una y otra vez y tener la valentía de saber que era lo único que podía pasar, y no por eso vamos a paralizarnos eternamente.
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